lunes, agosto 14, 2006

El Salón

Desde mi trinchera.
Divagaciones en torno a una Casita en el Aire.

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“Yo estoy loco, luego existo, pero miento, yo no soy, yo ser…penteo. Y estoy solo. Solo como un soldado, solo y con miedo en mi trinchera.” Gonzalo Arango


Una casa en el aire no es una casa en las nubes. No es una vivienda ubicada en el último piso de un rascacielos arquetipo de Rafael Escalona, adefesio ese inmenso, por cierto. Me refiero a la canción, por supuesto. Tampoco tiene la apariencia de cuatro paredes ancladas sobre una alfombra voladora, solamente el genio de una lámpara maravillosa tendría tan precaria imaginación. Nada de eso. Una Casa en el Aire, como esta, se parece más bien a un camping asentado en una pradera. Un camping, si se quiere, anaranjado y con cuatro amigos adentro. La representación es perfecta: el camping “vuela” aunque esté amarrado a la tierra: su “tripulación” sueña aunque algunas veces no sea posible conciliar el sueño.

Pero escarbando en mis fantasías de infancia encuentro un recuerdo extraviado: la imagen de la casa en el árbol de Huck, el mejor amigo de Tom Sawyer. Aquel no era propiamente un lugar de lujos y comodidades, sin embargo su ocupante era feliz allí, o al menos eso parecía. Lo que más me atraía de ese particular habitáculo era que estaba situado en un bosque libre de perturbaciones humanas, algo que para muchos puede ser intranquilizante. Precisamente en ese escenario despoblado, aislado, es donde radica su encanto, pues no tendría el mismo valor si la casita hiciera parte de la ciudad.

A la carga
La Casita en el Aire. Debo confesar que el nombre me parece bastante rosa, un poco empalagador para mi gusto; lo visualizo escrito en letras de caramelo, adornado con tulipanes y un colibrí que revolotea sobre sus capullos. Tal vez mi inconformidad radique en el hecho de que se omitió mi opinión, puede ser. Pero no nos engañemos, a uno ni siquiera le preguntan cómo quiere llamarse para toda la vida. No se puede esperar tanto.

El nombre en sí es lo de menos, lo que realmente me inquieta es su proveniencia. Me pregunto bajo qué circunstancias nació la ocurrencia de hacer una casita virtual de poesía. ¿Habrá sido producto de una parranda vallenata en algún bailadero de la ciudad? Preocupante. ¿Estaría su creador bajo los efectos de alguna sustancia embriagante? Hummm, lo dudo. ¿O acaso bajo los efectos alucinógenos del amor? Dios nos guarde! De ser así, ¿cuál sería el beso, la caricia, o el susurro al oído que desató la avalancha de hormonas creadoras? ¿Estaría Jonathan en sus cabales cuando me invitó a participar de este espacio olvidando que no soy escritor –asalariado-, ni poeta, y que no fumo marihuana? ¿Estaría su musa inspiradora en sus cabales, digo, en los de ella? Nunca lo sabré, él tampoco. Lo mejor será inventar respuestas, o simplemente no cuestionarse. Además qué me importa, son secretos que pertenecen a la intimidad de pareja, es decir, al misterio irresuelto del amor. No creo que se necesite sentirse enamorado para parir una idea brillante, con el desamor, por ejemplo, también fluyen genialidades a raudales. Un alma creadora es en esencia un alma contemplativa, un alma contemplativa es en esencia un alma creadora. Hay que ser sensitivo, lo demás llegará por si solo.

En mi litera
No habré sido el arquitecto de esta morada, pero no por eso dejo de sentirla mía. Soy copropietario y a la vez cohabitante, inquilino de la casita que se eleva y flota como satélite en los planetas; tripulante de esta barca que vaga en los océanos del ciberespacio. Tengo aquí una litera desde donde observo sereno las estrellas. Amalgama esta de locura y cordura, de música y poesía, hogar inimaginado de los sueños huérfanos, cuartel virtual de los guerreros pacifistas, quisiera encontrar en este, mi aposento, al igual que el solitario Huck lo hizo en el suyo, parte de mi felicidad, o al menos algo que se le parezca.

Chemas

1 comentario:

Anónimo dijo...

"...En tiempos en que nadie escucha a nadie. En tiempos en que todos contra todos. En tiempos egoistas y mezquinos..."

...mi único remedio, mi único "prozac" son esas personas que me hacen saltar de emoción al saludarlas. Y lo más importante, que comparten mi emoción.

Es usted una de ellas. Son ustedes, quienes al otro lado de la montaña responden a mi mensaje embotellado.

Viendo el producto de su estadía en la trinchera confirmo una idea y un deseo: este lugar gaseoso es un buen hogar sustituto. Es un buen sitio para venir a buscar lo que se nos ha perdido (y lo que no, también). Esta casa acoge con el mismo abrazo a quien viva la vida y un día se levante con ganas de recoger flores y otro, con ganas de sacudirse las pulgas.