Las niñas del colegio
Por: Miguel Castillo
En el 2006, caminando por Piedecuesta dispuesto a conseguir trabajo en una librería a la cuál solía ir a comprar y robar libros, acepté la propuesta de ser profesor. Mis áreas eran las de ciencias sociales (arbitrariamente decidí cambiar el nombre por el de historia), filosofía y ciencias políticas. Quienes me conocen dirán que soy un tipo irresponsable, y tienen razón; en historia hice votación para decidir el tema del año (ganó Grecia en un curso y Roma en el otro), en ciencias políticas les hablé del anarquismo, y en filosofía leímos a Cioran. Lo mejor era que si el grupo era bueno, solía terminar mi clase 15 minutos antes y dejaba que los muchachos descansaran. Ése tiempo lo tenía destinado a una quijotada, y era precisamente que ellos empezaran a leer. Para al menos intentarlo yo llevaba siempre en mi morral una buena cantidad de libros, esperando que se decidieran por ellos mismos a rayarlos con sus ojos, y así pasó.
Cortázar, Whitman, Caicedo, Lorca, Kafka, Lewis Carroll, Sabines, Alma y todo lo que podía encontrar en mi biblioteca y creyera que les podía gustar se leyeron en esos quince minutos. Con el tiempo me vi en la necesidad de hacer algo porque los más jóvenes se dejaron contaminar de uno que otro cuento y poema. Comencé, sin estar muy seguro de esto, un taller de literatura y fotografía con un grupo de estudiantes que no sobrepasaba los 12 años; el resultado fueron varios poemas escritos en hojas de cuaderno y excelentes cuadros que me mostraban en sus cámaras. El taller de poesía estaba conformado por siete niñas de 11 años, y el de fotografía por los salones de sexto (incluyendo a las niñas de poesía) y los de séptimo. Las fotos aún están conmigo, pero perdí el papel donde tenía anotado quienes las habían tomado, así que esas fotos, digamos, son de todos.
En el 2007 agarré la carretera y abandoné el colegio y al taller. Les prometí que buscaría la forma de publicar algunos de los poemas, y hoy, empezando el 2010, les cumplo. Lo hago no tanto porque les dí mi palabra, sino porque he estado recordando el pasado; lo que veía en el taller, a las niñas de sexto escribiendo imágenes hermosas y fuertes, sentadas frente a la hoja en blanco para hacerla desaparecer en palabras enormes, me hizo admirarlas y desear ser como ellas cuando yo creciera. Esto, más que la muestra de un trabajo que se hizo hace ya tiempo, es en realidad un pequeño homenaje a unas pequeñas que me enseñaron lo necesario para empezar a escribir.
Una mañana desperté con una asombrosa sorpresa. Estaba rodeado por medio de plantas bellísimas; el colibrí disfrutando de sus flores, y las flores disfrutando del aroma del jardín. Nadie se quejaba, pues esto, estaba rotundamente prohibido.
Margarita Lora
Pasan los días, casi todos los ensayos han salido bien. El profe, cansado, llega a casa; duerme. En la mañana, al levantarse, fuma un cigarrillo observando por la ventana a los autos pasar. Al lado de la venta, pegado en la pared, hay un calendario y el profe le escupe el humo. Bota su cigarrillo, se baña, se arregla, llega un poco tarde. Tantos ensayos sirvieron, y el mejor fue el de nosotros. El profe, ya cansado, ve anochecer. Terminamos tarde, y el profe vuelve a su casa, fuma, se baña, y se acuesta sin poder dormir. Vuelve a levantarse, enciende otro cigarrillo y mira al calendario.
Margarita Lora Hernández
El colegio
Varias veces en la noche,
las sillas se mueven;
atrás, en el último salón,
se escucha un ruido
como una voz.
Las puertas también se mueven;
Trato de convencerme que es el viento.
Jennifer Niño Ramírez
Es la sombra que suele
pasear alrededor
revestida de lentos terciopelos;
nos sigue despacio,
nos acompaña en silencio.
Lorena Medina
Una pareja en un parque,
besándose sin cansarse.
Ella, con su falda que la brisa
levanta, con su camisa cortita,
y su cara bella.
No entiendo cómo haría
para obtener esas curvas.
Los dos se acariciaron;
eran los enamorados,
en aquella orilla
Tatiana Ortega Ayala
Después de la noche,
Dos enamorados, juntitos y solitos,
Descansan bajo un árbol.
Nazly Buenahora Mendoza
Si las mujeres son bellas y hermosas
Porque a nadie Dios hizo fea,
¿Qué le pasará a María que se encontró
con un hombre?
Lorena Niño Vargas
El hombre de la laguna,
Solo y solitario,
Junto a la laguna.
Una mujer pasa por allí,
y lo ve,
pero él se esconde.
Ella lo vio,
y no volvió a verlo.
Él seguía en el suelo,
con la boca morada
y los ojos cerrados
llenos de ramas
que no dejan de moverse.
Lorena Niño Vargas
1 comentario:
...Es la sombra que suele
pasear alrededor
revestida de lentos terciopelos;
nos sigue despacio,
nos acompaña en silencio...
Sabiduría, amor, inteligencia, armonía, belleza
para todos envía
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