lunes, julio 16, 2007

oDaciones

[Prólogo a nuestro primer añito]

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Elogio de la sombra

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Para hacerse a una casa

Que podáis estar en esta casa
como la música está en el instrumento


Úrsula Le Guin


Ignora los bancos y sus políticas predadoras.
De retales, escombros, desechos de la humanidad,
puedes proveerte.
La elección del sitio ha de ser clave:
nada de vecinos. En su lugar
planta árboles de variadas especies;
pronto se poblarán de frutos y voces
que no hablarán mal de tus miserias
y protegerán tu casa de los malos vientos.
Un salón cómodo y aireado
en el que quepan tus pocos amigos alrededor
de la chimenea, grandes ventanales, corredores
y un altar para los libros.

Piedra a piedra, madero a madero, lo conseguirás.
Para cuando tu fortaleza haya germinado
la casa estará lista.
Ella te empezará a habitar y
pronto te convertirás en su fantasma.
Acostúmbrate a su terquedad
a la evidencia de sus muros
a los crujires de su estructura.
Un día cualquiera hablarán el mismo idioma
aromado por los jardines que tus manos cuidarán.

No añores la inmensidad del mundo
e indaga mejor la vastedad de tu propia casa,
de tu pensamiento.
Para eso los gatos
ayudan mucho; permíteles refugio.
Recibe cuanto quieras la memoria de tus padres
y amigos que ya no están; la visita de tus
hermanos y bienvenidos, entre ellos el amor.
Pero libérate pronto de sus presencias
para añorar el sabor de la compañía
y permitir el reencuentro a la distancia del tiempo.
Presta atención a los cuidados y reparaciones
que toda casa requiere.
Amístate con tus palabras; el lenguaje
siempre ha sido una especie de salvación.
Sumérgete humano en su luz y en sus sombras,
en sus lacónicas respuestas.
Y sólo para cuando estés preparado
húndete en su sueño liberador de rencores.

Podrás reconocer entonces que has erigido y
habitado la estancia que todo nos ofrece: la Poesía.


De las Moradas de Hernán Vargascarrreño
poetasalexilio@gmail.com






















La casa iluminada
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La casa… Un libro de infinitas páginas
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Para mí es fascinante caminar por una calle, de tantas de la soledad, en una tarde o una mañana lenta; tal vez soleada, tal vez con bufandas abrigando las cimas y detenerme emocionado ante una casa gigante o un edificio pequeño y hermoso. Lo mismo de cara a una mansión chica o frente a una quinta menguada.

Ver únicamente una luz acompañando la arquitectura, colorada en el portal por caso o escondida detrás de cortinas espesas, me hace fantasear… Imaginar un hombre, una mujer, un anciano, incluso un niño, navegando entre aventuras que conjugan tormentas y sobresaltos. Me gusta soñarlos meditando, armando y desarmando pensamientos, escudriñando sus más ásperos umbrales. Desnudándose metafísicamente sin prisa. Sin angustia. Sin exigencias. Llevados allí por la compenetración entre ellos mismos y los libros… los libros que conviven en la canasta con panes, galletas y otros cereales.
Manjares de los desayunos.

Encontrar una construcción que cumpla estas condiciones es trabajoso. Me puedo tropezar con decenas de ellas que como mujeres deslumbrantes permanecen oscuras: sin brillo íntimo. Son totalmente atractivas. Están totalmente cariadas.

De cualquier forma, y aunque un día sí y otro no me topo con la casa iluminada, persisto. Aguardo mi turno. Estoy atento a la invitación que se me ofrecerá: entrar en ese cuerpo fantástico, mil veces anhelado; céfiro en Bogotá, Bucaramanga o la vecina ciudad imaginaria.
7
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Piano - ajedrez
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Horario de oficina

Falta algo para las 8
Paseo en la avenida
Tuu, tuu…
Un trencito
Abuelos jugando como angelitos

El parque invita
El camino se acorta

Vuelvo la cabeza
y miro la tarde de mi noche
por última vez

jon

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Imágenes Javier Granados
http://www.navedelarte.com/
Fotos Chema Madoz

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