domingo, noviembre 26, 2006

E s P e C i A l : Todos los cuartos abiertos

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(Aprovechando que llega la temporada navideña les propongo, si es de su gusto la idea queridos visitantes y habitantes de la Casita, lanzar un Manifiesto que acabe con las conmemoraciones convertidas en ferias de consumo masivo y adoración del divino billete: ¡abajo los días de las madres, padres, niños, amor y amistad, brujas, navidad!...

Y aunque los villancicos me traigan buenos recuerdos y en algunas personas puede uno encontrar hondos abrazos, creo que es justo arrebatar nuestras celebraciones a los mercaderes. Fundemos nuestras propias festividades; inventémonos un año cargado con fiestas originales que de veras celebren la vida, el compartir, la hermandad, el amor, el encuentro... que evoquen lo mejor de cada cual.

“Una de las pocas fechas que vale la pena celebrar y tomar de corazón”, me obsequió un amigo el 16 de agosto, “es la fecha de nuestro nacimiento...”. Y sí. Pensando detenidamente, lo demás es caer en la farsa de los negociantes que inventan fechas para celebrar –supuestamente– comprando objetos en serie.

Para quienes reclaman seguir viviendo y celebrando esta vida de manera natural, con abrazos y detalles solamente sentidos, pensados y creados para el momento y la persona amada, las puertas de esta casa están abiertas de par en par... ¡Bienaventurados!
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Para usted, sumercé, niña Zu...

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El Estudio

Cinco postales de un viaje entre Bogotá y Cali.

I


Salimos unas 15 personas en un bus afiliado a Velotax. Recorrimos el suroccidente de la ciudad gracias a las Avenidas Boyacá y Primero de Mayo y a la Autopista Sur. Después de abandonar las miles de casas que se forman en las márgenes bogotanas –cubículos de cualquier material imaginable– se hizo un sendero al lado de la vía guiado por Dientes de León, Margaritas y una Merceditas que se apuró a despedirme.

Al ir deslizándonos por las rampas del Sumapaz, uno de los puntos más altos en la sabana bogotana, se ven los árboles sentados en sus arboledas. En esas barriadas rústicas habitan nuestros parientes los árboles; sentados en esta tierra ensuciada con tanta basura química, biológica, psicológica..., ven pasar estoicos la vida.

(Mientras tanto y por mi parte, me enorgullezco de ser uno de ellos. Me contento de haber recuperado, gracias al polen del amor, mi parentesco con las raíces de lo que primero fue, de lo que nos mantiene con savia y de lo que es nuestro aliento: la matria naturaleza).

II

Sibaté, Granada, Silvania, Fusagasuga, Melgar, Nilo y otros tantos pueblos marcaron el compás de los kilómetros por hora, el ritmo de los metros sobre el nivel del mar, el progreso de la temperatura y la llegada a los arrozales del Tolima, planicies inagotables que antiguamente alimentaban a la nación entera. Ver la planta del arroz y sus livianos valles, para mí, arrocero por legado, es en verdad un deleite...

Así como los arrozales nos cuentan que ya estamos en medio de la Cordillera Central, unos castilletes con crestas y aires de estoraques, nos avisan que andamos entrando a Ibagué. Nos detenemos en la Terminal. Para almorzar, algo ligero: una grasosita empanadita envigadeña y un salpicón (tizana, me enseñó Zu que dicen en Venezuela) con patilla, melón, papaya, uva, banano y piña, de un dulce –no sé si totalmente natural– justo y armónico con su color.

“Prohibido fumar marihuana en este predio”, explícito aviso en metal coloreado de blanco, letras verdes y estacado en la entrada de un baldío, será el último perfil de la capital tolimense.

III

Para cruzar los picos andinos de la Cordillera Central el hombre ha levantado viaductos con nombres chistosos: “Pericos”, “La Salada”, “Cajones” y “La Cerrajosa” son algunas de estas creaciones que en ocasiones superan los 500 metros de alto y por las que se siente uno atravesando la inmensidad de la vista en un aeroplano.

Antes de alcanzar Cajamarca, poblado del sur tolimense –cuyo nombre viene del Quechua y quiere decir “Tierra fría”–, hay un cuadro grandioso: poco a poco de la verdura del paisaje van emergiendo las palmas de cera en procesión que, como faroles orgullosos, ensombrecen aún más las noches calladas.


IV

Acompañando las angosturas de la montaña brotó lo que a mis ojos y mi cerebro es una nueva clase de sietecueros: parecido a sus hermanos bogotanos, con su tronco en flecos y sus hojuelas de felpa pero con flores multitudinarias de una delicada tintura lila. (Después me informé y parece que se trata del Tibouchina grossa, conocido en estos terrenos por crecer en bordes de potreros, bosques y carreteras. También le llaman rompeplatos y doradillo).

En medio de cuestas parchadas de verdor, sietecueros primaverales y nubes flacas acunadas en la montaña, se presentaron las ciudades de Calarcá y Armenia, esta última –con un huidizo parecido a la Bucaramanga vista desde una banca de Altos del Jardín–, es la capital de uno de los departamentos más chicos del país: Quindío.

Una luna bonita y el siempre bienvenido cielo color salmón le dieron el rasgo final al día soleado y por momentos nubado que vivimos durante la ruta.

V

Ocho y dieciocho de la noche. Antes de llegar a Santiago de Cali, uno cede al arrullo de los cañaverales dormidos que en su descanso preparan en sus cuerpos el dulce que este Valle del Cauca y otra cantidad de territorios relamerán en forma de arequipes, cocadas, melaos y azúcares infinitos.

Ya en la Terminal de Transportes, un edificio de tres pisos en donde se mueven pasajeros, buses, busetas y taxis repartiendo destinos para todo lado, uno respira ancho el cálido aliento de esta región.

Después de doce horas de viaje y “del placer poético del paseo”, justiciero es consentirse. En este caso, el consentimiento entró por la boca: nuestro anfitrión nos convidó –previa petición de buscar una comida que satisficiese mis ansias de probar algo nuevo– a un restaurante de nombre El Arca, donde preparan el plátano que se da por estas tierras, mezclado –“fusionado” es la palabra contemporánea– con carnes, quesos, dulces, vegetales y otros frutos. Por mi parte probé el “Arca Pascual”: una estrepitosa patacona cubierta de pollo y carne desmechadas y chicharrones. Para bajar semejante surtido estuvo la cerveza de cereza de la casa. El plato estuvo sabroso. Al final, sin embargo, quedé con las encías y el paladar dolidos con tanta crujida.

Completo este retrato caleño con otra exquisita receta. El sábado en la noche estuvimos merodeando el centro de la ciudad. Paramos en el corazón de la cultura local, el Centro Cultural La Tertulia, que reúne salas de exposiciones, museo, ágora, jardines, fuentes y la cinemateca, todo unido a la cercanía del Río Cali y sus alamedas y recorridos que embriagan al más comedido. A un costado de La Tertulia, en una terraza apropiada está Klowns Deli, un ambiente destinado a la comida mediterránea. De allí salimos felices, de estomago y de corazón, después de degustar su especialidad: los emparedados y batidos (o malteadas). La elección fue bien ardua. Al final me decidí para comer por un emparedado “Truchita”, con trucha, aceitunas, ajonjolí, lechuga y queso, todo envuelto en una delgada torta de pan árabe; y para tomar un batido de arazá, fruta amazónica de sabor agridulce que allí mezclan poderosamente con yogur y leche.

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El Jardín

Reunidos en la distancia y teniendo una excusa que quiere ser motivo,
Propongo un brindis… Yo:
Brindo por lo que se ha quedado atrás (y vuelve sólo en las noches de alegría)
Brindo por lo que no volverá (porque no lo soportaríamos de nuevo)
Brindo por la grandeza del pasado y por la inmensa felixidad de vivir atravesando el tiempo sólo con cadenas inventadas.

Yo soy el viento, canto de la libertad.


RÉQUIEM

Resulta
Que ya nada es igual, nada es lo mismo,
Que algo se ha muerto aquí
Sin llanto,
Sin sepulcro,
Sin remedio,
Que otro aire se respira ahora en el alma,
Patio oloroso a humo donde cuelgan
Tantos locos afectos de otros días.
Tendría que decir
Que ha llovido ceniza tanto tiempo
Que ha tiznado por siempre las magnolias,
Pero es pueril la imagen y me aburro.
Me aburro dócilmente, blandamente,
Como cuando era niña y me tiraba
A ver pasar las nubes,
Y la vida
Era larga como una carrilera.
Ahora el tren da la vuelta y unos rostros
Borrosos me saludan desde lejos:
Yo amé a aquel hombre que va hablando solo.
Aquel otro me amó y no sé su nombre.
La tarde se silencia y todos parten.
Soy yo la que hace tiempo ya se ha ido.

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Ya un poco en soledad y desde abajo saludo a mis amigos para que reciban con espíritu festivo a nuestra compañera que anda de trasteo al segundo piso; aunque los días no son tantos como en las palabras de Benedetti bien se merece sus augurios porque bien ha cantado la historia: lo que importa no es el tiempo sino lo que puedas hacer con él…

COMO SIEMPRE

Aunque hoy cumplas
Trescientos treinta y seis meses
La matusalénica edad no se te nota cuando
En el instante en que vencen los crueles
Entrás a averiguar la alegría del mundo
Y mucho menos todavía se te nota
Cuando volás gaviotamente sobre las fobias
O desarbolás los nudosos rencores

Buena edad para cambiar estatutos y horóscopos
Para que tu manantial mane amor sin miseria
Para que te enfrentes al espejo que exige

Y pienses que estas linda
Y estés linda

Casi no vale la pena desearte júbilos
Y lealtades

Ya que te van a rodear como ángeles o veleros

Es obvio y comprensible
Que las manzanas y los jazmines
Y los cuidadores de autos y los ciclistas

Y las hijas de los villeros
Y los cachorros extraviados
Y los bichitos de san Antonio
Y las cajas de fósforos
Te consideren una de los suyos

De modo que desearte un feliz cumpleaños
Podría ser injusto con tus felices
Cumpledías

Acordate de esta ley de tu vida

Si hace algún tiempo fuiste desgraciada
Eso también ayuda a que se afirme
Tu bienaventuranza

De todos modos para vos no es novedad
Que el mundo
Y yo
Te queremos de veras
Pero yo siempre un poquito mas que el mundo.

Angie.

El Salón
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Desde mi trinchera
Declaración de amistad

¨Si buscas el tesoro y lo encuentras facilito, es un pobre tesoro. Si renuncias a encontrarlo porque está muy profundo, no mereces el tesoro. Si lo buscas con amor y sacrificio, tu esfuerzo es oro, aunque no encuentres el tesoro ¨
Gonzalo Arango (1931-1976)
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Por Chemas
altereggo@gmail.com

Como dijera Fito el Grande, las primeras ideas no siempre resultan ser las mejores. Es verdad. Lo comprobé en carne propia. Durante largo tiempo, no sé exactamente cuanto, mi máxima ocurrencia fue un acróstico remendado: Zú. Única. Leguleya(?). Amiga. Y... Un amigo no se merece tan poco, eso es peor que salirle con un frívolo ‘feliz cumpleaños’. Estaba atravesando otro de mis tantos desiertos mentales. Al parecer mi musa inspiradora había sido reclutada por una red de trata de blancas, o quizá raptada por algún escritor desesperado. Conjeturé al respecto. Lo único cierto es que no aparecía por ningún lado. Empezaba a preocuparme.

Estuve a punto de desistir de mis buenas intenciones pero afortunadamente se me ocurrió, casi llegando a los albores de la desesperación, la brillante idea de darla por perdida y tomar prestada la de cualquier poeta delirante, de esos que deambulan en los cementerios. Fue entonces cuando elevé al cielo una plegaria de indulto y apelé al viejo recurso de la laboriosidad. (Digámoslo sin eufemismos, a Dios rogando y con el mazo dando). Decidí abordar con paciencia el camino empinado que conduce al elixir inextinguible de mi imaginación. Resultó infalible, como era de esperarse, o si no que lo juzgue mi conciencia. De no haber sido porque encontré ese “ángel iluminador” en medio de la noche aciaga, seguramente el presente de estas líneas estaría en el horno crematorio a donde van a parar todas mis salidas en falso.

En realidad lo único que tenia claro desde un comienzo es que esta no debía ser una carta lánguida con tintes melancólicos, ni tendría aires de dolorosa despedida aeroportuaria. No es la hora de un ‘adiós’ sino de un ‘gracias’; tampoco contaría con la solemnidad de un homenaje póstumo, ni el trascendentalismo de uno hecho en vida. Por suerte, nadie murió. Tampoco ha nacido. No se trata de un funeral, ni de un carnaval, sino del aniversario de un amigo. El sabor insípido propio de las celebraciones acartonadas y aparentes, hechas más por obligación que por sentimiento, se lo dejo a los maestros de la palabra vacía y sus discípulos promotores de falsa felicidad. Para no complicarme lo más fácil hubiera sido, por ejemplo, pronunciar una frase de cajón, de esas que se van acuñando en el inconsciente y uno conscientemente termina diciendo para salir de apuros y no comprometerse. Pero no será esta la ocasión de decirlas.

Por el contrario, siempre quise que este escrito portara los estandartes de una fresca declaración de amistad, pues entiendo que si existen declaraciones de amor, ¡por qué no puede existir una de amistad! Le engendré entonces con la mera excusa de refrendar un vínculo, más que de origen social, fraternal; le di a luz con la necesidad de encontrar un mensajero del silencio en tiempos ruidosos. Aunque creo seriamente que no contará con la misma suerte de un testimonio grabado para la inmortalidad, eso sería pedir demasiado. Su ‘fecha de vencimiento’ se irá renovando cada día, todos los días, como la amistad misma. En resumen, y evocando un poco a un famoso poeta uruguayo, esta es, sencillamente, mi manera de decir happy birthday.

Una vez absuelto por los dioses, libero grilletes y mi mano emprende en fuga. Sobre la marcha comprendo que no es tarea sencilla ésta la de escribir sobre alguien, no basta con querer. Pero tampoco es tan difícil, no hace falta conocerle como a los propios zapatos. Arrollado por una estampida de sensaciones, me doy cuenta que hacer el “retrato hablado” de la Zú, el reto que me impuse desde el principio, sería más complicado que hacer el de un ‘juez sin rostro’. Si es preciso me haré pasar por dibujante de la Fiscalía para no terminar haciendo de su estampa una caricatura. Sin embargo, no está dentro de mis alcances convertirme en su biógrafo, empresa imposible esa, pues considero una verdadera hazaña violar su intimidad, protegida siempre bajo ‘reserva del sumario’, como dirían sus ilustres colegas.

Hace poco supe de su existencia, pero desde hace rato descubrí que tenemos más que un apellido en común; se podría decir que somos primos simbólicos, llevamos en las venas el mismo tipo de sangre: RH cinéfilo compulsivo. En una conversación seria que tuvimos sobre cine -en pleno andén de una tienda rionegrana de mala muerte, en el ocaso de la caminata dominguera, después de varias jornadas de desconfianza correspondida-, empecé a sospechar lo que hoy confirmo: es la cinéfila mayor, pues no hay película que no se haya visto. Pero no se crea que esta mujer es predecible como epílogo de novela rosa, ella es más bien como un filme que acaba siempre con un final diferente. Viéndola detenidamente, el guión que demarca sus movimientos es digno de una obra de David Lynch.

Desde la sucursal santandereana del Hades, Cepitá, se le empezó a conocer como ‘La Guerrera del Camino’, pero yo pienso que su apelativo se fraguó mucho antes de pisar el Cañón del Chicamocha, dónde permanece intacta su huella, en batallas de las que salió, para su gloria, airosa, y que datan de su época de faldas a cuadros, cuando frecuentaba las aulas escolares y ninguna monja sospechaba que perdería prematuramente la virginidad intelectual al plasmar su inconformismo en los muros de una Pamplona indiferente. En su búnker secreto del Pasaje mi Cortijo, a salvo de los maniqueos y los moralistas, nuestra buena Juana de Arco planea su próximo accionar artístico.

Finalmente reconozco mis limitaciones y acepto que no soy ningún Van Gogh retratando con el verbo. Todo parece estar ya consumado. Pero me reconforta saber que al menos lo intenté, después de todo, no hay forma de retribuir a quién le debo tantas cosas, inclusive plata. No será este el momento de cancelar mis deudas. No me está cobrando. Al final de cuentas, no tengo cómo pagarle. Me perdonaran los estudiosos de las efemérides si en los anales de mi historia no registro el natalicio de Sir Winston Churchill, estadista y literato, sino el día en que la soñadora y ahora poeta de La Casita, parió al mundo. Me importa un pepino Churchill. Hoy una amiga da una vuelta más al astro rey a bordo de esta nave Tierra. Qué fortuna. Mañana será diciembre.

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Piedad Bonnet. Nadie en Casa. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 2006
Mario Benedetti. El amor, las mujeres y la vida. Bogotá: Seix Barral. 2002
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1 comentario:

Anónimo dijo...

ACCIÓN DE GRACIAS

Aunque me demoré un poquito para leer sus escritos por motivos que se salian de mis manos, no quiero dejar pasar la oportunidad para decirles GRACIAS CHINOS!!!

Gracias por esos escritos tan bonitos! a los que les dieron alas para poder llegar a la casita.

reciban angie, chemas y mi 7K un gran abrazo en acción de gracias por haberme acompañado en mi subida al segundo piso. :)