lunes, octubre 30, 2006

El Salón

La que sigue es una pequeña narración sobre la experiencia de una toma de Yagé. Como insinúa Angie, su autora, al enviarlo queda en pie la propuesta de echarnos un chapuzón desde nuestras orillas hasta las palabras de su vivencia...
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Los pulmones se expandían y se contraían más de lo normal al tiempo que los destellos de luz empezaban a tomar forma, con el cuerpo recostado y sin movimiento los sonidos empezaban a ser más agudos y con los minutos se hacían manipulables. No lo asimilaba tan rápidamente así que abría y cerraba los ojos constantemente, con un desaliento relajante que invitaba a la quietud y a la concentración; aquellos destellos se convirtieron en imágenes que parecían más la tercera parte del ser, el espíritu, sin separarse del cuerpo ni de la mente, porque con cada imagen se producía un sensación y una reflexión; lentamente aumentaba la felixidad o mejor dicho empezaba a conocerla, la lucidez mental compensaba el desaliento y el horizonte empezaba a ampliarse dando paso a las cuestiones espirituales que creía inexistentes. Por primera vez las tres partes se integraron, se conjugaron mostrando que si hay un hilo que pueda unirlas es el amor, el verdadero y libre que no es solo para dos sino que es la esencia misma del vivir.
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La experiencia no se mide en minutos o en horas, sino en lo que se pueda hacer con ellos, alcanzado estados de evolución al comprender que somos más grandes que la carne que nos representa, que juzgamos más de lo que un día podríamos llegar a corregir.
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La música ayudaba a entrar en un estado diferente y el sonido del bombo profundizaba las visiones, de repente un sentimiento de pertenencia crecía y se clavaba en la mente, la certeza de raíces y ancestros era cada vez mas evidente, la creencia de estar sola desapareció, sin nostalgias me desprendía de mis credos, y cada nota, cada nueva palabra invitaba a la paz que como dijo Dalái no es solo la ausencia de guerra sino mas bien un asunto personal, el empezar a entender que la ira, los gritos, el egoísmo hacen que los ojos y los buenos deseos se apaguen impidiendo que desde su origen alguna sociedad pueda llegar a ser mejor.
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Desde ese momento la lluvia en la cara, el cielo, los árboles y mi mirada habían cambiado para siempre.

“Yo soy el viento, canto de la libertad”
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido tumecito

Como te dije por tele, coincido con tu forma de sentir el amor: como un hilo espiritual que nos hermana a partir de nosotros mismos con todo -y con todos- lo que nos rodea.

Y coincido en que no bastan cambios políticos, dirigentes y partidos para crecer en una sociedad libre y justa. Es necesario re-crearnos desde nuestra más profunda intimidad para pensar, soñar y alcanzar un mundo en verdad apto para nuestras humanidades.

En eso -y seguramente en más- somos fieles discipulos de Gonzalo: la salida es adentro.

Sobre ello mis asomos de duda disminuyen cada día

Jon

Anónimo dijo...

En buenahora están apareciendo las mujeres de esta casa para cumplir con sus deberes, digo, no para hacer las labores domésticas (aunq no estaría de más), sino para darle el toque femenino al decorado de estas paredes desaliñadas. Ya se escuchan las risas y los sonidos del reggae del amor por los pasillos, es la "pequeña" Angieta reclamando su espacio en nuestra Casita!

Mi comentario con respecto a su escrito, querido Tumecito (aunq prefiero el igualmente cariñoso Lucrecia), parafraseando un poco a un sabio poeta q no sé cómo se llama ni de dónde es, pero q por esas cosas del destino llegó a mí, es el siguiente: "Veo tu vida como una estampa proustiana. Me encanta que tú vivas en una dimensión q ha sido completamente desconocida para mí, así es como si yo viviera vidas innumerables." (Perdóname q te tutee). Muchas gracias.

Anónimo dijo...

Anhelaba hoy más que nunca verte,
Enojo y decepción se daban cita al saber que no te encuentro,
Y no es tu culpa pues sabes tanto de mí como yo de ti,
Hasta que la vida nos halle preparados para un encuentro definitivo.

Quisiera alojarme ahora en tu calor
Percibir desde mi inconsciente el latido sordo de tu corazón,
Sentir que se va mi dolor
Y que tu tibieza me baña totalmente desde el cobijo de tu pecho.
Sentirte respirar, en nada pensar, acogerme a tu ternura
Al amor sin palabras,
Al sosiego de tu mente en un ensueño,
A la fortaleza abrigadora de tus brazos,
Fundirme en ti sin que susciten los instintos...
Sólo dejarme llevar como hoja flotante en el mar apacible de rítmico vaivén...
Las olas de tu alma
Transpiradas por tus poros hacia mí bajo las leyes del calor,
Millones de partículas estimulando las mías,
En un génesis de energía bondadosa para mi ser.

… Pero ahora, y aunque el breve tiempo ha apaciguado el efecto abrumador de una herida,
Siento la calma, pero el frío no cesa
Y el viento inclemente sopla su helado aliento sobre mi cuerpo
Mientras mis manos obedientes y afables
Dan a mi mente y mi corazón la libertad de expresarse en unas letras,
No hay testigos aún….

Contemplo al sol mientras lentamente desciende en el horizonte
Inmerso en naranja tenue, en hielo y densidad nubosos…
El parque, las gentes que van y vienen o sólo unos instantes permanecen,
Aunque distantes,
Contemplativos, de exterior en calma,
Gozando de este breve espacio urbano
Entre vías de adoquín, bancas de madera y árboles dispersos….

…Quisiera estar aquí ahora contigo….